Iglesia de San Miguel, en San Esteban de Gormaz (Soria)
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El hombre de estos campos vivió siempre con la costumbre de mirar hacia arriba, unas veces para pedir lluvia a los cielos, otras veces para pedir misericordia o perdón a los santos, y otras para pedir pan o limosna a quienes habitaban en aquellas mansiones de piedra altiva y palaciega. Pero en muchas ocasiones, contrariado, el hombre de estos campos tuvo que mirar hacia el suelo porque la lluvia se transformó en pedrisco, que arruinó sus cosechas; o porque los santos le respondieron con un silencio que quebrantó su fe; o porque los emblemas heráldicos, desde arriba, unas veces le miraron con desprecio y otras cayeron sobre él y aplastaron sus sueños. Recordando el título de un conocido poema de César Vallejo, con una piedra negra sobre una piedra blanca se levantó la gran arquitectura del mundo. Piedras sobre piedras en la infinita rueda demoledora del tiempo. Cada una de esas piedras con su color, su tamaño y su peso diferentes. Y también cada una de ellas con sus propios sueños.
Texto: Pedro González