Se han vertido ríos de tinta sobre este sorprendente templo, todos ellos mucho más documentados que el de este viajero. Paso del abandono, despojo, expolio, sentencias, justicia o no…. Pensad que el mundo es de los aprovechados llámense León Leví o los propietarios de la ermita y terrenos colindantes….o de quienes lo permitieron o quizás incluso de quien adoptó la figura clásica, de perfil, egipcia….
Desde el exterior observo esos terrenos hasta la lejanía y retrocedo a los albores del año 1.060 e imagino ese mismo lugar, solitario, agreste, arisco, en el que uno o varios eremitas decidieron crear una pequeña comunidad… sin embargo, no puedo olvidar la lectura hace ya unos años, de las últimas palabras de Almanzor, enfermo de muerte, a su hijo, en las que se arrepiente de que al conquistar ese territorio en lugar de arrasarlo, por el contrario lo repobló y creo los medios para la subsistencia de esas gentes, en su defensa construyó castillos y atalayas hasta conseguir que formara parte del mundo musulmán… vuelvo a los eremitas clásicos… tras la reconquista por Fernando I … no encontrarían un templo mozárabe sino un templo islámico….. que se convierte en un mínimo monasterio bajo la advocación de San Baudelio, mártir galo-romano del siglo IV. Que pequeño era ya entonces el mundo para que algún monje buscando tranquilidad y seguridad para las reliquias del santo llegara a este lugar para encontrar cobijo entre los fundadores.
La construcción exterior e interior, las pinturas a caballo del esoterismo musulmán y cristiano, una obra difícil de imaginar, quizás posible en los grandes burgos, en las incipientes ciudades donde podían existir mecenas, riqueza y medios materiales… pero en un lugar donde aún ahora se respira soledad rodeada de la nada ? Esas gentes fueron realmente santos y locos, quizás mejor, locos y santos, sólo unos iluminados podían, en aquel entorno de dureza crear tales prodigios.
Fotografías: Nieves y Antonio Matamoros
Texto: Antonio Matamoros
2 comentarios:
Poco que añadir a tu completo comentario, Antonio.
Bueno, si. Añadir nada menos que a Gerardo Diego con esta poesía/denuncia que pone los pelos de punta. Allá va:
-Que no.
-Sí; madre, que sí.
Que yo los vi.
Cuatro elefantes
a la sombra de una palma;
los elefantes, gigantes.
-¿Y la palma? -Pequeñita.
-¿Y qué más?
¿Un quiosco de malaquita?
-Y una ermita.
-Una patraña
tu ermita y tus elefantes.
Ya sería una cabaña
con ovejas trashumantes.
-No. Más bien una mezquita tan chiquita.
La palma
me llevó el alma.
-Fue sólo un sueño, hijo mío.
-Que no, que estaban allí,
yo los vi,
los elefantes.
Ya no están y estaban antes.
(Y se los llevó un judío
perfil de maravedí)
No se puede decir mejor, hermoso y real.
AM
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