Santa Cecilia en Vallespinoso de Aguilar, humilde ermita.
Existen lugares enigmáticos donde las gentes acuden al sentir una fuerte atracción.
Es posible ver a visitantes haciendo círculos caminando alrededor de Eunate, algo parecido en San Bartolo de Río Lobos, bañarse en la noche de San Juan como rito de fertilidad en la ermita de la V. de la Lanzada, peregrinar hasta las piedras de abalar en Muxia con variopintas propiedades como la adivinación….obtener la fidelidad conyugal (¿?), la sanación de enfermedades…. y así muchos otros lugares.
Santa Cecilia en Vallespinoso, modesta y solitaria, es el particular rincón que nos atrae de forma inexplicable. Se respira serenidad y paz al descansar junto a sus piedras.
En Octubre 2.009 crecía entre las grietas de la roca enfrente de la portada un escaso y depauperado musgo con diminutas hojas. Extrajimos con sumo cuidado un par de brotes con sus raicillas y ya al borde del regato llenamos un vasito con tierra, plantando las dos escuálidas plantitas que nos acompañaron todo el viaje.
Crecieron al sol y clima amable mediterráneo y a finales de la primavera murieron con las calores, no sin antes ofrecer unas pocas semillas que dejamos plantadas. Este ciclo de vida breve se ha reproducido puntualmente todos los años, sin fallar. En la última foto, Junio 2012, aquel musgo insignificante se convierte en una agradecida y rara criatura que poco después a medida que avanzan las calores languidecerá dejando la simiente para el siguiente año.
Iniciado abril ya apuntan en la maceta los primeros brotes, ahora minúsculos como sus antecesores en Santa Cecilia donde, a cambio, dejamos una parte de nuestro corazón, como el viajero a Carabias de Herrera Casado.
Texto y fotografías: Antonio Matamoros
4 comentarios:
Emotivo relato, Antonio.
Demuestras que esa supuesta "fuerte atracción" no se queda solo en los folletos turísticos.
Hace falta un punto de sensibilidad...
Gracias por la enseñanza, amigo
Gracias Paco por el tratamiento que has hecho de fotos y texto, por razones que ya conoces ese fue el fin imprevisto del camino románico que Conchita y yo íbamos transitando y que, sin saber la razón, terminaba indefectiblemente en Santa Cecilia.
Ojala a no tardar los hados nos fueran propicios y volver pudieramos, no con las fuerzas de antaño, pero volver al fin.
AM
Que precioso escrito Antonio.
Mi más sincero reconocimiento a esa profunda sabiduría que, con dulzura y humildad, enseñan tus palabras.
Sin duda proceden de un corazón sincero y Humano, amorosamente Humano.
Un abrazo
Precioso enclave, bonitas fotografías y maravilloso texto. Cuando la belleza, el ciclo de la vida y la sensibilidad se entrelazan con tanta maestría solo nos queda una cosa: emocionarnos.
Con un nudo en la garganta y el corazón sobrecogido esperamos, impacientes, el apunte de nuevos brotes en la próxima primavera...
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