La Concepción en Ochánduri (La Rioja)
Leído en la Historia de Ochánduri, una crónica de hace mucho… mucho tiempo:
Ayuntamiento a dos leguas de Santo Domingo, situado entre dos cuestas, la del Cortijo y la de San Cristóbal. Tenía escuela y el maestro recibía como soldada 18 fanegas de trigo de las familias de los alumnos y 10 fanegas del vecindario por tocar las campanas”.
Tocar las campanas, código de señales muy arraigado en todo el Reino, en zonas del rio Tirón, como en el valle de Oja y otros, especialmente el toque “a nublo”, aviso a la población del riesgo inmediato de tormentas; también tenía que tocar, durante todo el año: la llegada del amanecer; del mediodía (a comer) a la una, con un toque previo a las once horas “con el fin de que las mujeres tengan listo el puchero que habrán de llevar a sus maridos a tiempo y lugar donde estuvieren trabajando”.
Tres horas después del atardecer el toque de ánimas o de queda. Sin olvidar el toque de perdidos, cuando arreciaba el temporal de nieve en que resultaba difícil orientarse. A son de campana tañida se avisaban de las reuniones del Consejo.
La vida, la alegría de las fiestas y la agonía de las muertes en los pueblos y aldeas se acompañaban con el sonido de las campanas.
Ahora en la actualidad, las campanas descansan y como en mi pueblo los avisos vienen dados por una megafonía estridente y crispante, mezcla de servicio público y avisos comerciales.
Basta de tocar campanas! vuelvo donde dejé al pluriempleado maestro, “recibía otro estipendio consistente en ocho fanegas de trigo y de cebada por parte del cabildo por hacer las veces de sacristán”.
La Iglesia parroquial de La Concepción disponía de cura propio y todo un lujo: sacristán-maestro-campanero. El edificio, situado en un extremo de la población sobre la que domina es sólido y de piedra. Su puerta de entrada se halla al lado del mediodía y existe un cementerio pegado a la iglesia “que no perjudica a la salud de los vecinos, porque no solamente es bastante capaz sino que además es azotado fuertemente por los aires del Norte.”
Me encantó especialmente la portada decorada con motivos vegetales y florales en cuadrados finamente labrados. Una columna muestra un delicado trabajo en toda su longitud, dos muy desfiguradas y tres lisas que probablemente sustituyeron al mismo número en mal estado en 1990, año en el que iniciaron trabajos de restauración.
Del interior no puedo hablar, día laborable, avanzada la mañana, cerrado el templo a cal y canto y nadie a la vista…
Imágenes y texto: Antonio Matamoros