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EL VIAJE PROMETIDO (8)





Allá por el año 573 en la recóndita Galicia profunda, el bosque se espesa hasta donde apenas penetran tímidos rayos de sol, peñascos gigantescos, troncos centenarios entreverados de líquenes y musgos, poblado por arbustos y coníferas, crecen el saúco, castiñeiros, carballos, mimosas, toxos, xestas, trebos, yezgos, como si el tiempo se hubiera detenido en el holoceno postgracial. Tierra de misterio, proliferan los anacoretas y eremitas. Gentes independientes, alimentándose de frutos silvestres, viven en soledad, aprovechando oquedades y cuevas que la naturaleza les ofrece. Es llegado el momento en que una fuerza superior, un impulso, un mandato, arrastre y ordene a Ufrasio, Eusanio, Quinedio, Eatio, Flavio y Ruve abandonar sus cuevas, ponerse en camino para coincidir en un enclave, ahora abandonado, de origen desconocido, pero con el signo inequívoco de ser el final de su viaje. Allí estos monjes anacoretas heredarán dicho lugar iniciando la tarea de construir lo que más tarde llamaremos el Mosteiro de San Pedro de Rocas. Su historia se pierde durante siglos y aparece la leyenda, siempre se mantuvo en sombras, abandonado por los continuos ataques de las partidas sarracenas que a través de la antigua vía romana les permitía aventurarse en tierras inhóspitas. El caballero Gemondus entre el siglo IX-X encuentra en ese lugar capillas excavadas en la roca y decide quedarse allí como ermitaño. Otros caballeros siguen su ejemplo formando comunidad. No menos de tres incendios, la desamortización y algún avatar más no impidieron que haya llegado hasta nosotros. Sin duda la soledad del lugar ha logrado conservarlo sin demasiado deterioro. 
Fotografías: Nieves y Antonio Matamoros 
Texto: Antonio Matamoros

EL VIAJE PROMETIDO (7)





Viernes ocho de Agosto, amanece gris, cerrado el cielo de nubes, quizás ideal para nuestra ruta de hoy por los cañones del Sil destino Parada, Santa Cristina. Tomamos el desvío en Villarino Frio que nos llevará al embalse del rio Mao, rostros amigos en las aldeas de Pradomao y Requián, recuerdos y lágrimas, dejamos atrás escenas vividas en tiempos pasados y ya en Parada do Sil tomamos el camino de Santa Cristina. Visité el Mosteiro con mi suegro hace más de cuarenta años, volvimos luego, con Conchita, no menos de tres veces. Siempre la suma del entorno, bosque de castaños, cercanía del rio Sil y la belleza del Monasterio (fundado por una comunidad benedictina, iglesia románica del siglo XII), cautiva, es lugar que ofrece serenidad, quizás hoy algo maltratada por el turismo. Me dejó un recuerdo imborrable esa primera visita, llegamos caminando… yo que se desde donde… ! mi suegro conocía, por ser del lugar, caminos y senderos transitados por los paisanos en época de la recogida de la castaña y de la subida del fruto a las espaldas por una mayoría de mujeres, algunas niñas aun, y pocos hombres…. porque "haberlos no aylos", ( andaban por Castilla en la siega, con la rueda “afiando” en las capitales, haciendo las américas otros) duro muy duro trabajo … pero necesario para la supervivencia… me contaba sus salidas al alba en amanecidas heladoras con tres o cuatros castañas y una copa de licor café o de herbas (aguardiente) en el buche, según hubiera en la casa, obtenido tras la vendimia en el clandestino alambique familiar. Tiempos de sacrificio, de vida y prosperidad incierta, uncidos a una tierra y ganadería de supervivencia… para al final, vencidos, lanzarse a la aventura de la emigración como única esperanza de futuro. 
 Fotografías: Nieves y Antonio Matamoros
 Texto: Antonio Matamoros

EL VIAJE PROMETIDO (6)






Viernes ocho de Agosto, la ruta de hoy sigue a lo largo de los cañones del Sil. Los más jóvenes dormitan por el madrugón, los mayores desde la partida, en silencio, estamos donde tantas veces y durante tanto años pasamos días felices con los abuelos, lugar donde reposan finalmente siguiendo sus deseos. Luego, penúltima estación, cual Via Crucis, Requián, lugar, donde nació Conchita, vemos a Loliña su amiga de infancia, nos lleva a visitar la capilla, que cuida con esmero, que no es románica, pero podría serlo con una mínima imaginación. Déjame Paco que, sin que sirva de precedente, pueda presentar esa minúscula iglesia de Requián (Orense), el origen de la misma es desconocido, “ni los máis vellos dos vellos do lugar”, ni los más viejos de los viejos del lugar, lo conocen, en Galicia Maxica atribuyen un posible origen románico a las figuras que adornan el templo, probablemente traídas de otro lugar…. Pero yo me resisto a creerlo… nuestra Loliña nos habla de un pastor que esculpía esas figuras a lo largo del tiempo, junto a sus rebaños… en el pasado lejano… sin precisar cuando…. no se si será cierto, pero esa historia viene de los abuelos de los abuelos de Conchita, de su amiga Loliña y de unos pocos vecinos más… me quedo con esa versión… iglesia cuyo origen se pierde en el tiempo y unas figuras aún más antiguas, sin dudar de estilo románico…. Y que los ortodoxos me perdonen. Añado algo de San Esteban de Ribas de Sil, hoy Parador, visité ese lugar hace muchos años y se encontraba en estado de abandono, poco del románico original queda en pie tras múltiples y fracasadas reconstrucciones. Cuanto menos ahora tiene vida, viajeros, turistas visitan el lugar a pesar de la lluvia… que cae impenitente, pero mejor así que la soledad y ruina que encontré la anterior vez.
Fotografías de Nieves y Antonio Matamoros
Texto: Antonio Matamoros

EL VIAJE PROMETIDO (5)





El 23, 24 y 27 Agosto de 2.013 tocamos aquí la partitura de Retortillo, fueron tres entradas que además de unas excelentes fotografías nos dieron la posibilidad de mantener una amplia tertulia. Recordaba entonces un anterior viaje a ese lugar, entrado el otoño, muy de mañana con la densa niebla cubriendo todo el entorno. En el silencio nos pareció oir ruidos de caballerías y roces de metal y cuero, entre jirones se adivinaban gentes armadas, cascos, escudos, espadas, a buen seguro, por su estandarte, centauros de la IV Legio Macedónica asentada en Julióbriga. Faunus y Terminus, protector de rebaños y pastores y guardián de los límites de los campos mantenían una animada charla al borde del camino…… sin embargo con la llegada de los primeros rayos del sol, se diluyó la niebla y con ella milites y dioses romanos, iluminando ruinas e iglesia únicos testigos de un sueño. En esta ocasión pleno agosto, no hay niebla, luce un sol radiante, el paisaje indescriptible, la casi decuria que venimos bordeando el embalse del Ebro desde su principio junto a la N623 llegan alucinados, en cada curva, en cada recodo hay peticiones de parar, el lugar es tan hermoso que invita a ello, una y cien veces. Sólo la promesa de llegar a un lugar aún mejor impide a duras penas el motín a bordo…. finalmente subimos el repecho final….. caballos y otros animales pastando en libertad al ladito mismo de la carretera …..finalmente las ruinas de Julióbriga y Santa Mª de Retortillo, parada y pie a tierra, descanso y tiempo libre a la tropa….. los más jóvenes en un ejercicio de escalada envidiable trepan a lo alto, junto a las campanas, ojalá ese plus de altura les ofrezca una panorámica que por siempre les resulte inolvidable.
 Texto:Antonio Matamoros
 Las fotografías son de Nieves Matamoros excepto la primera de la izquierda que es de Antonio Matamoros y la última de la derecha que es de Eric.

EL VIAJE PROMETIDO (4)


Sta María de Piasca / Fotografía de Begoña Matamoros


Sto Toribio de Liébana / Fotografías de Antonio Matamoros


Sto Toribio de Liébana / Fotografías de Nieves Matamoros


San Salvador de Cantamuda / Fotografias de Jordi y las dos siguientes de Begoña Matamoros

 Como decía, hubo un gesto de complicidad esbozado por Elvia. Volveré otra vez, no era este el momento del encuentro, no cejaré en el empeño de poder acercarme a la Dríada, casi humana, en vigilia permanente en Piasca, quizás cuando las brumas envuelvan bosques y valles, cuando los corzos y las aves majestuosas crucen la carretera umbría, húmedo su asfalto por un rocío otoñal que raramente desaparece en ese tiempo, solitario paisaje ausente de risas, motores y ruidos propios del verano. Quizás entonces entre los cercanos árboles que la protegen resulte posible escuchar el murmullo de su voz doliente y quizás, al fin en confianza, saber de sus vivencias tras su llegada al lugar en plena construcción de Santa María. Dejando atrás Piasca llegamos a Potes y seguimos hasta Fuente De, con la idea de tomar el teleférico que salva el vacío hasta el Mirador del Cable, tarea vana, cientos de personas pululan por el entorno, tiempo de espera no menos de tres horas. Volvemos atrás camino de Cervera de Pisuerga, antes parada obligada en Santo Toribio de Liébana y más tarde en Cantamuda, un hermoso día el que hemos vivido en esta etapa del Viaje Prometido. 
Texto: Antonio Matamoros