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FOTOCOLOQUIO (20): A DUO


Comentario de Paco Torralba
En arquitectura y en arte, se denomina canecillo o can, a la cabeza de la viga que asoma al exterior y soporta la cornisa o alero. Como evolución de esta acepción, el término también puede ser usado para designar la pieza voladiza —de cualquier material— que soporta los extremos de una cubierta o un dintel.
Bien, dicha la definición técnica vamos con la descripción de estos dos modillones.
En el de la izquierda se aprecia un cérvido. Deteriorado pero es lo que me sugiere.
El otro es más problemático. No es raro en el románico ver terroríficos animales devorando hombres. Andrófagos, dicen. Este podría ser el caso. Curioso el imperturbable rostro del hombre. Dientes por todos lados y él, impasible.
También podría representar un rostro humano con una máscara. A lo carnaval, vamos. Lo sagrado y lo profano se vuelven a dar la mano una vez mas.
Nada nuevo bajo el sol (románico).

Comentario de Antonio Matamoros
Aqui sigue mi comentario, al final ha resultado algo largo, me falta el sentido de lo mínimo.
El animalejo de la izquierda con un cierto parecido al simpático ALF de la serie de TV de hace unos años, tiene pequeñas orejas y apéndices en lo alto de la cabeza, que supongo son cuernos, me recuerda a un canecillo de características similares en la Concepción de Ochánduri si bien en la toma que yo tengo, hecha más lateralmente, adquiere una postura más seria, más puesta en su simbología. La que nos baja el autor, diría como que mira al visitante con una cierta sorna, parece esbozar una sonrisa que realmente debe ser la marca del paso del tiempo. No parece tener un significado ejemplarizante como la otra foto.
Leones o seres monstruosos que devoran o regurgitan a un humano está lleno el románico, en este caso sólo vemos una cabeza, ojos cerrados y ligera mueca en sus labios. El animal disfruta de una magnífica dentadura que no parecen morder dado la falta de heridas. Tampoco el rostro muestra señales de dolor, más parece dormido.
Sería cabeza de soldado con casco de lo más terrorífico para sobresalto de sus enemigos ?. Leo en los artículos de los expertos interpretaciones variadas, todas respetables, descriptivas, fantásticas, esotéricas, pero paso de meterme en ese jardín simplemente por temor al ridículo, doctores tiene la iglesia para que ahora yo, ignorante,
venga a meter baza en este tema en el que las opiniones son variadas y no siempre coincidentes.
Resumiendo, el bicho en solitario me parece un tipo simpático, producto en serie de los talleres de escultura con destino a la construcción románica en auge en aquel entonces.
La otra, más sofisticada, parece tener mensaje, el artesano de la piedra copia de algún boceto, que no entiende, producto de una mente superior que prepara el trabajo para el intérprete final. Una vez colocado en su destino será el abad, abadesa, monje o sacerdote quien transmita ese mensaje al pueblo, que interprete el cuadro, desarrollando ante los asistente una historia de castigo, de graves sufrimientos en los infiernos, devorados por criaturas demoníacas, trágico final para los malignos pecadores, por los siglos de los siglos.
Este último comentario entronca con el recuerdo de mi niñez… llegada la Semana Santa y en la iglesia de mi barrio (como en otros) aparecía el día Jueves Santo un religioso con pinta de iluminado que lanzaba a los fieles el sermón más terrible que imaginarse pueda… y ojo que mi niñez no se remonta a la edad media…! Los asistentes, mayores y chicos salíamos francamente acongojados sintiéndonos candidatos seguros a las penas del infierno.
Recientemente, no más lejos de 3 ó 4 años, visitamos con mi mujer la Abadía de Santo Toribio de Liébana, de camino a Fuente De, Potes, etc., tuvimos la ocasión de revivir una escena semejante a la de mi niñez, sólo que ahora me pareció más ridícula que temible. Estábamos sentados en el interior del templo, en sosiego, contemplando…. Cuando de pronto sentimos una voz sonora, fuerte, que rompe el silencio, nos acercamos a la capilla del Lignum Crucis y vemos una escena digna de aparecer en El Nombre de la Rosa, un grupo de turistas extranjeros (al aparcar lo hice junto a un moderno autobús con matrícula extranjera) sentados, rubios todos, algunas con los ojos como platos, otras boquiabiertas, entre los hombres caras de sorpresa y en alguno media sonrisa… ante ellos un monje (copia exacta de Jorge de Burgos, recordad el personaje de la película, viejo bibliotecario, loco y ciego) con los ojos extraviados, aspecto de poseso, que está lanzando al grupo una filípica sobre la vida y muerte de Santo Toribio, su maestro, la historia del lugar, la llegada del Lignum Crucis….. pero todo ello con una vehemencia absolutamente paranoica. La escasa iluminación del recinto, las luces de las velas en el cercano altar, daban a esa escena un aspecto casi terrorífico, a mi así me lo pareció… salimos casi atropelladamente al exterior, donde un tímido sol de Octubre nos volvió a la realidad….. en ocasiones he pensado si lo viví de verdad o correspondía a un sueño, la presencia de mi mujer me confirma que no fue ensoñación.
Separados por muchos siglos encontramos a los intérpretes de los mensajes esculpidos en piedra del románico, a los misioneros con sus sermones apocalípticos de Semana Santa en pleno siglo XX y la imagen del iluminado de Santo Toribio ya en el XXI, tema y personajes dignos de una mejor prosa llevada a una novela de costumbres.


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